El 6 de octubre de 1991 fallecía en un accidente de tráfico monseñor Alfonso Gallegos, obispo auxiliar de Sacramento, California, que por su vida ejemplar es reconocido “venerable” por la Iglesia católica. Su memoria y legado continúan viviendo en los corazones de aquellos que lo conocieron.

Los que tuvieron la suerte de conocer al obispo Gallegos se sintieron más felices y apreciados como seres humanos. Incluso si ese encuentro fue breve, como en el caso de Stephen M. Bauer, quien lo conoció en la década de 1980 en una recaudación de fondos el día de san Patricio. Bauercuenta:

“Yo era un cantinero voluntario, por lo que estaba en condiciones de observarlo interactuando con todos los demás. Anteriormente, nunca había oído hablar de él. Sin embargo, antes de que comenzara la cena, se acercó a mí y se presentó. Creo que me dijo que lo llamara simplemente ‘Al’. Era una persona cálida, muy extrovertida, gentil y nada rígido ni distante. ¡Si no lo conocías nunca te podrías imaginar que era obispo! Mi conversación con él duró menos de sesenta segundos y, sin embargo, durante esos pocos segundos, me sentí profundamente valorado como persona. Nunca lo he olvidado”.

Su secretaria Olympia Núñez recuerda su alma humilde y su espíritu puro:

“Era muy amable y alegre y trató de transmitir a la gente el mensaje de que en medio del sufrimiento personal debemos ser amables y alegres. A menudo decía: '¡Qué hermoso día!' Era muy optimista”.

Aldo Núñez, que era monaguillo en la Iglesia de Cristo Rey en Los Ángeles, recuerda de cuando Gallegos era pastor allí

“su gran sonrisa, su risa, su amor por la vida, amor por la gente y por Dios. Nos transmitió ese amor a todos. Siempre recordaba a los jóvenes que tuvieran presente a Dios en todas sus acciones. Me ayudó a alejarme de las pandillas y de las drogas, sin hacerlo a la fuerza, hablándome de una manera amable y animándome a hacer la voluntad de Dios. Realmente, espero que pueda verlo declarado santo”.

El obispo Gallegos ha dejado un recuerdo imborrable en los corazones de muchos y continúa tocando muchas vidas con su inspiradora historia de bondad y amor. Su transcurso vital fue admirable: superó los inconvenientes que le produjo una severa miopía, y lo hizo con fortaleza y fe, llegando a ser –contra todo pronóstico– religioso agustino recoleto, sacerdote y obispo.

Monseñor Alfonso Gallegos es recordado 29 años después de su muerte porque vivió fielmente el mandamiento de Jesucristo de “amaros los unos a los otros” y, al hacerlo, difundió el amor dondequiera que estuvo. Quien se topó con él se fue más feliz después de conocerlo, y por eso todavía se le recuerda hoy.

El obispo Gallegos hizo vida la frase de santa Teresa de Calcuta: “Difunde amor dondequiera que vayas. Que nadie se acerque a ti sin irse más feliz”.

Alfonso Gallegos fue ordenado sacerdote en la Orden de Agustinos Recoletos en 1958 y nombrado obispo auxiliar de Sacramento, California, en 1981. Desempeñó el ministerio sacerdotal en Nueva York, Los Ángeles y Sacramento. Su causa de canonización se abrió en diciembre de 2005 y fue declarado venerable por el papa Francisco en 2016. Sus restos mortales descansan en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Sacramento.

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