Muchos ciudadanos estadounidenses son descendientes de inmigrantes, incluyendo al Papa León XIV, quien dijo recientemente:

“Mi propia historia es la de un ciudadano, descendiente de inmigrantes, que a su vez ha emigrado. Cada uno de nosotros, en el curso de la vida, se puede encontrar sano o enfermo, ocupado o desocupado, en su patria o en tierra extranjera. Su dignidad, sin embargo, es siempre la misma, la de una creatura querida y amada por Dios…Nadie puede eximirse de favorecer contextos en los que se tutele la dignidad de cada persona, especialmente de aquellas más frágiles e indefensas, desde el niño por nacer hasta el anciano, desde el enfermo al desocupado, sean estos ciudadanos o inmigrantes. (Discurso, 16 de mayo de 2025)

El obispo Alfonso Gallegos, estadounidense nacido en Albuquerque, Nuevo México, descendiente de inmigrantes, tuvo un enfoque congruente con el del Papa León, garantizando que toda vida humana fuera tratada con dignidad y respeto, tanto la de los ciudadanos como la de los inmigrantes.

Hay momentos en nuestras vidas y en la historia en los que buscamos héroes que nos inspiren, seres humanos que viven con sentido, al servicio de los demás, defendiendo la justicia y la dignidad humana. Por lo tanto, el obispo Alfonso Gallegos podría considerarse un héroe, motivado a amar a los demás, sin importar la raza, nacionalidad o credo; su vida se hizo eco de la Regla de Oro: “Trata a los demás como quieres ser tratado.”

El obispo Gallegos, recordado con cariño como el “Obispo Al”, dedicó su vida y ministerio a servir y animar a todos, en particular a la comunidad hispana de California, especialmente a los inmigrantes y trabajadores agrícolas. Defendió su causa, defendiendo sus derechos y trabajó incansablemente para mejorar sus vidas y condiciones laborales.

Una vida dedicada al servicio

Gallegos fue un hombre compasivo que comprendía las dificultades que enfrentaban las comunidades marginadas. Creció en el barrio de Watts de Los Ángeles y sirvió como párroco en la Iglesia de San Miguel. Como sacerdote, su misión trascendió los muros de la iglesia. Le encantaba estar en la comunidad, conociendo a las personas, para servirles. Como obispo auxiliar de la Diócesis de Sacramento, Gallegos visitaba regularmente los campamentos agrícolas en el norte de California. Trabajó junto a trabajadores agrícolas y experimentó de primera mano sus dificultades para poder abogar mejor por ellos. Cuando visitaba los campamentos agrícolas se reunía con las familias, asegurándose de que sus necesidades materiales y espirituales estuvieran atendidas, pero, sobre todo, para recordarles que ni la Iglesia ni su obispo los habían olvidado. Un testigo en su causa de canonización declaró:

“Su dedicación a las personas en los campamentos de agrícolas fue extraordinaria, en mi opinión, debido a la gran cantidad de trabajo que tienen nuestros obispos. El obispo Gallegos se las ingenió para dedicar el mayor tiempo posible a visitar a estas familias en los campamentos; las visitó y comía con ellas. Les celebraba misa. Simplemente, se ponía a su disposición. Quería incluirlas y hacerles saber que todos eran bienvenidos en nuestra diócesis.”

Defendiendo los derechos de los inmigrantes

obispo Gallegos y Cesar Chávez

El obispo Gallegos miró a los inmigrantes a los ojos; vio su humanidad, sus desafíos y su esperanza de mejores condiciones de vida en Estados Unidos. Gallegos abogó por los derechos de los inmigrantes y agrícolas contra las políticas discriminatorias. Marchó en solidaridad con el sindicato United Farm Workers junto con César Chávez, líder sindical y activista por los derechos civiles, conocido por su labor organizativa de los trabajadores agrícolas y defendiendo sus derechos. Gallegos fue nombrado en 1979 primer director de la División de Asuntos Hispanos de la Conferencia Católica de California; cargo que le permitió hablar ante líderes civiles y eclesiásticos sobre las necesidades de la creciente población hispana en Estados Unidos.

Un legado de amor y compasión

El amor y la compasión impulsaron al obispo Gallegos a defender a los pobres y a los inmigrantes, tal y como declaró otro testigo de su causa de canonización:

“Su corazón estaba profundamente unido a quienes no tenían voz, por lo que se involucraba con los pobres, los inmigrantes, los problemas de los inmigrantes y con los trabajadores agrícolas. Veía a los marginados. Veía a los pobres y sentía la necesidad de abogar por ellos.”

El “obispo Al” fue un gran ser humano que amaba a todos. El lema episcopal de Gallegos fue, “Ámense los unos a los otros”, lo que resume su vida y servicio a los demás, especialmente a los más vulnerables de la sociedad: los no nacidos, los pobres y los inmigrantes. Que la vida y el legado del obispo Alfonso Gallegos sean una inspiración de esperanza para todos, especialmente para los inmigrantes y quienes los defienden, porque, como dijo el Papa León, nadie está exento de esforzarse por garantizar el respeto a la dignidad de cada persona, especialmente de las más frágiles y vulnerables… ciudadanos e inmigrantes por igual.