Gallegos seguido decía, «¡Qué hermoso día!» Verdaderamente para él todos los días eran hermosos, vividos en la presencia de Dios y haciendo su voluntad.

El 8 de junio de 1958, Alfonso regresó a la Iglesia de San Miguel, en Watts, Los Ángeles, California, para celebrar su primera misa en la parroquia donde había sido monaguillo; ¡ese día fue hermoso!

Alfonso era un niño muy piadoso, respetuoso y educado. Esto es lo que un amigo de la infancia dijo sobre él: “Todo lo de la iglesia se lo tomó en serio. Solíamos llamarlo «El Santito». Parecía ser mejor que nosotros. Era muy espiritual y tomaba las cosas más en serio. Cuando la gente bromeaba de la Iglesia, los sacerdotes, el rosario… se ponía serio. No se unía a ese tipo de conversaciones. Cuando lo llamábamos «El Santito», simplemente sonreía”.

En su niñez, siempre estuvo involucrado en asuntos de la iglesia, tal y como testificó otro compañero de infancia: “De niño estuvo involucrado en la parroquia. Él estaba en la iglesia todo el tiempo. Era muy religioso cuando era niño; él siempre iba a la iglesia, a misa o a rezar el rosario. Era un buen monaguillo.” Así que no fue una gran sorpresa que Alfonso decidiera ser sacerdote.
Gallegos celebraró su primera misa, de la misma manera que lo haría a partir de entonces en cada Eucaristía, «de manera solemne, con mucha reverencia y muy devoto», según lo declarado por los testigos en su causa de canonización:

“Su amor por la Eucaristía fue evidente en la reverente celebración de la Liturgia. Su voz y su postura indicaban un profundo amor por su servicio sacerdotal hacia nosotros. Thomas Merton escribió: ‘Puedes reconocer a un santo por la forma en que se sienta y se levanta, en la manera que recoge las cosas y las sostiene en sus manos,’ esto encaja con el Padre Alfonso”.

“Cuando celebraba la misa, era una inspiración; él celebraba de una manera profunda, por la forma en que hablaba. Sus sermones eran sencillos, pero muy centrados en Cristo, invitando a la fe y a la conversión. Me inspiró a ser más devota de la Eucaristía con su ejemplo”.

“Me gustaba la forma en que celebraba la misa. Era muy apasionado en la celebración de la Eucaristía. Lo que me gustó de él fue que era algo tradicional, hacia las cosas como se tenían que hacer. Creo que tenía un gran respeto por la Eucaristía. Probablemente, por esa razón, los monaguillos ensayábamos todos los viernes el servicio del altar, hasta que nos salía todo bien”.

Alfonso tuvo una gran devoción por la Santa Eucaristía y vivió su vida siempre agradecido, sabiendo que todo es un regalo de Dios.

La estampita, que mandó hacer para su primera misa, en frente tiene la Eucaristía y un cáliz, en el reverso dice:

“Gracias Señor por mis padres y por todos los que me ayudaron a llegar hasta tu Santo altar”.

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